Ahora que estamos en la antesala de unas pequeñas vacaciones, he querido recuperar el mensaje de un personaje querido y seguro que admirado por todos, Pablo Neruda. Con la claridad y profundidad que le caracterizaba dijo nada más y nada menos que: .
“En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”
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Yo, al igual que el maestro, reivindico esa parte del ser humano que se nutre de juegos, sonrisas y afectos. Es importante dejar siempre la puerta abierta a ese complemento de la vida y tenemos que, sin serlo, sentir el espíritu del niño que juega y se sorprende. Y como Neruda, tenemos que disfrutar llevados por la curiosidad. No renunciemos a ello, no perdamos ese espíritu infantil que llevamos dentro y dejemos que nos contagie la alegría que necesariamente se hace imprescindible para vivir. Como bien dijo alguien, puede que si se cortan todas las flores, alguna vez se acabará la primavera.
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Así que cada uno debe encontrar el espacio, el tiempo y el lugar para seguir disfrutando y experimentando en clave de niño que creció, pero que de cuando en cuando recupera la frescura para disfrutar con las pequeñas cosas de la vida. Neruda vivió toda la vida obsesionado con el mar y en Isla Negra se construyó una casa a su antojo, guiado por sus deseos y por su gran imaginación, que se convirtió en una especie de museo, un testimonio que da cuenta de su vida. Una colección de caracolas, botellas de diferentes colores, un mascarón de proa, cajas de música, jarrones, monedas… son algunos de los pequeños y grandes objetos que fue recolectando a lo largo de la vida y de los que le gustaba rodearse. Y además, un amplio jardín, un hall al aire libre, una biblioteca, un bar que mandó hacer con madera de un barco francés... son otros rincones peculiares de este santuario particular. .
Sin la grandilocuencia ni las posibilidades de Neruda, este es nuestro pequeño refugio de La Palma, donde también se disfruta en contacto con la naturaleza y donde encontramos siempre un montón de cosas que entretienen.
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El espíritu vitalista e insaciable de Neruda, su constante curiosidad, le llevó a plantear infinidad de preguntas a la vida que, a modo de juego, recopiló su esposa Matilde Urrutia en la obra “el libro de las preguntas”. La idea del juego es reunirse alrededor de las preguntas que plantea Neruda (un juego de cartas con 100 cuestiones), en un ambiente de humor, de distanciamiento de lo cotidiano, de reflexión. Es un juego para conversar, para intercambiar, para crear nuevos pensamientos, para hacer poesía… La profesora Victoria Castro ya había jugado con sus alumnos de 8-9 años utilizando las preguntas de Neruda. Un ejemplo de los diálogos a los que dan pie:
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¿Si se termina el amarillo con qué vamos a hacer el pan? Con el azul y una clara de huevo
¿Dónde van las cosas del sueño? Se quedan en tu cabeza, felices viviendo
¿Quién canta en el fondo de la laguna abandonada? El silencio
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No podría terminar esta entrada sin recuperar una de las grandes joyas de la poesía amorosa de la que es autor Pablo Neruda: el poema XX, que siempre que lo escucho me pone los pelos de punta...
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