Abilio nunca fue un hombre de muchas palabras. Su gesto tosco y hasta cierto punto indiferente, no dejaba traslucir una sensibilidad para apresar lo que los demás miraban sin ver, para vagar por los sueños y fugarse del tiempo real. Lamentó de pequeño no poseer esa habilidad, nunca aprendida, de algunos que tienen el don de gustar sin proponérselo. Por eso no comprendió bien por qué aquel anochecer, cuando regresaba a casa con el paquete de café molido y la bolsa de azúcar moreno, se la encontró de repente, como surgida de la nada. Sintió sudor frio en las manos, un atasco en la parte alta del estómago, un tropel de caballos al galope que le arrastraban el corazón y una riada de adrenalina que le traía al presente muchos recuerdos aparcados con sabor a demora. Sólo se miraron, como se miran las personas que sienten, pero no se dijeron nada, aún sabiendo que muchas veces se preguntarían por qué habían callado ese día. En aquella penumbra irresistible de fuga, sólo pudo valorar la inocencia de no haberle compadecido sino de sufrir con él, porque las heridas del afecto no se curan, sino que después de pasar un tiempo empiezan a entenderse y a compartirse en la soledad más íntima y abismal.
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6 comentarios:
tu escrito: bello
y sobre las heridas, creo que algunas no cicatrizan nunca, o por lo menos eso me pasa.
Mil besos
Muy lindo post y creo que las heridas del afecto cada quien las supera como puede pero siempre con la ayuda del tiempo...
Un abrazo
Querida Rosana, es tan misterioso el mundo de los sentimientos; cada uno los vive a su manera, de una forma intensa y vertiginosa, de manera reposada y a fuego lento... Me sigue encantando encontrare porque vivimos en la misma orilla, de continentes diferentes. Hoy, un beso sentido
Mi amiga de los mares y los sentimientos, yo también comparto contigo el valor del tiempo como cura, a pesar de que a veces se convierte en el peor enemigo, en un puro dolor. Besos
"...sensibilidad para mirar lo que las personas miraban sin ver, para vagar...",cómo me ha gustado eso!! Cuando las personas que sienten se miran.... surge un silencio cargado de palabras mudas, un silencio de complicidad y de entendimiento.
He disfrutado con tu relato, poeta.
Besines de colorines.
Hay tantas miradas anónimas, congeladas entre el ir y venir de los días, que si yo fuera Abilio me sentiria afortunada de poder guardar y soñar esa mirada que aunque sólo fuera un instante, se posó en la mía para sentir. Amooore.... gracias por este sugestivo relato
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