Se habían agotado todas las esperas, el tiempo de imaginar y una sensación de urgencia teñida de ansiedad comenzó a circular continuamente no sólo por su cabeza, sino por las líneas de frases interminables que se intercambiaban cada día y en las que intentaban apresar los sentimientos desposeídos de todo lo físico. Abilio empezó a percibir que se ladeaban las emociones, que corrían el riesgo de desprenderse, que toda aquella fuerza interior bruta que parecía indestructible empezaba a perder altura con riesgo de despeñarse. Aquella frase de tengo que verte, dicha de un modo que parecía más bien un rodeo al amor, tuvo un efecto de gotera y aunque no la viera, si que provocó un pálpito o quizás una inquietud como la que se vive en los momentos previos a cuando se levanta el telón y se desencadena toda la acción. Llegó el día y en ese fragmento en que empiezan a verse los primeros destellos de la noche que daban al puerto de Gijón un aire de no suceder nada, cada uno empezó a sentir un cosquilleo intenso, intentado adelantarse al azar o queriendo adivinar qué podría ocurrir en el minuto siguiente, pero evitando al mismo tiempo aparentar que estaban ante una cita urgente. Demasiadas cosas que decir, demasiado frio en ese momento...
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1 comentario:
esa búsqueda cálida que no se detiene en las apariencias y que trata de alcanzar la realidad verdadera en un mundo de motivaciones profundas y desde el fondo del sentimiento que es lo que determina la actitud básica de todo lo que hacemos y vivimos. Es como un presagio de un feliz encuentro amigo Beker, besos
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