
Recientemente estuve impartiendo un curso de Extensión Universitaria en el municipio de
Tacoronte, al norte de
Tenerife. Una de las cosas más gratas de esta experiencia formativa fue el lugar que me asignaron para desarrollar las distintas actividades, un antiguo convento en el que hace algunos años se llevó a cabo una importante reconstrucción para habilitarlo como centro cultural, pero conservando la mayor parte de los materiales y las formas originales, de modo que cuando estás allí puedes perfectamente retroceder en el tiempo y situarte en el plano de los antiguos moradores.

El antiguo convento de San Agustín lo integran una serie de construcciones que abarcan toda una manzana perfectamente delimitada, con diferentes edificaciones situadas en torno a una plaza delantera, la plaza del Cristo, en la que se organizan las principales fiestas populares de Tacoronte y donde está situada la entrada principal del templo y del convento. La Plaza del Cristo es una plaza cuadrada bordeada con árboles de hojas perennes que separa, por un lado la iglesia del Cristo y el convento y por otro, el Ayuntamiento de Tacoronte.
.

El convento tiene su fachada principal por la cara norte, en el mismo plano y a continuación de la fachada de la iglesia, constituyendo un conjunto armónico, integrado y a la vez diferenciado por los usos históricos de estos edificios.
. 
El convento conserva las formas originales y en las distintas estancias abundan los suelos de madera y artesonado en el techo, las columnas de piedra y madera, la distribución de vivienda típica canaria de dos alturas con patio central, etc. En una galería de la parte alta, una pequeña puerta comunica el convento con el templo para que los monjes asistieran a actos religiosos.
.
El templo del Cristo es la construcción de mayor importancia, a la que se supeditan el resto de su entorno próximo. Su fachada norte y principal está trabajada en cantería fina, que le da una enorme monumentalidad y significado. De la fachada hay que resaltar sobre todo el juego de las masas trabajadas en piedra, que constituyen el frente principal de la iglesia. Esto contrasta con otras partes de la construcción donde destaca la ligereza de los paños encalados, las valconadas de madera y las cubiertas de teja como indicadores de la arquitectura canaria tradicional. Se juega con la rotunda fuerza de la textura y el color de la piedra, en contraposición a la humildad de la cal y la teja que conforman el resto de sus fachadas, con toda la carga de significado, orden y jerarquía que ello conlleva.
. 
Para dotar a sus templos y cubrir las necesidades dictadas por la devoción de los fieles, las islas Canarias importaron cuadros religiosos e imágenes escultóricas. Aunque durante el siglo XVI y el XVII en las islas trabajaban entalladores e imagineros, las mejores esculturas que se guardan de esa época son de procedencia peninsular, andaluza principalmente, flamenca o genovesa. Entre las tallas que llegaron en el siglo XVII ninguna causo tanta sensación como la imagen del Cristo de los Dolores, traída en el año 1661 por el capitán don Tomás Pereyra de Castro y Ayala, recaudador de las reales rentas en la isla.
.