jueves, 29 de julio de 2010

- AMOR ENTRE AGUA Y FUEGO

Alrededor de Gara, la princesa guanche que aparecía en la entrada anterior, gira una de las leyendas tradicionales que más se han dejado oír en Canarias. Cuando Gara acudió al monte para averiguar qué suerte le deparaba el destino, el agua de los chorros le devolvió al principio una imagen tranquila y perfecta, pero luego, ante su sorpresa, surgieron sombras y la silueta comenzó a agitarse, apareciendo, de pronto, en medio de todo, un fuego abrazador. Gara guardó silencio, intentando ocultar sus temores y no dándole importancia, pero el extraño presagio corrió de boca en boca, llegando a todos los que la conocían. Los sabios del lugar interpretaron los símbolos mágicos y le hicieron la siguiente advertencia: “huye del fuego Gara, o el fuego habrá de consumirte”. Poco tiempo después llegaron de Tenerife, la isla vecina, los Menceyes nativos (reyes) acompañados por familiares y otros nobles. Entre ellos se encontraba el Mencey de Adeje (Tenerife), que venía con su hijo Jonay. Desde el primer momento en que lo vio, Gara no pudo dejar de observarlo y en cuanto sus miradas se encontraron, el amor los atrapó sin remedio. Gara era la princesa de Agulo, el lugar del agua y Jonay, era el hijo del Mencey de Adeje perteneciente a la isla del fuego. Jonay se enamoró de ella y la princesa también lo amó. Pero los familiares de la princesa se oponían ya que el fuego y otros signos señalaban que lo que lo que parecía un hermoso amor, no traería más que desgracia a la isla, por lo que no podían permitir un riesgo así, aunque significara romperles el corazón. Grandes males amenazarían al pueblo gomero si los jóvenes amantes no se separaban. Parecía que no cabía otra opción y las familias de ambos se encargarían de salvaguardar el destino. Por ese tiempo el volcán del Teide (Tenerife) no hizo sino arrojar lava en medio de unos tremendos bramidos que atemorizaban a los habitantes de todas las islas. Rota la unión, el volcán volvió a recuperar la calma y después de que terminaron las fiestas la gente de Tenerife volvió a su tierra. Después de volver a Tenerife Jonay sintió el alma vacía y una profunda pena. Decidió regresar en secreto a la Gomera, pensando que tal vez los nobles de la isla vecina podían haber recapacitado y bendecir su amor. Esta vez lo haría a nado: si su amor era auténtico, sus brazos podrían vencer las tormentas y las peligrosas corrientes del Atlántico. Ayudándose de dos pieles de cabra infladas, Jonay cruzó el mar de orilla a orilla para reunirse con Gara, quien le comunicó que el rechazo de sus padres seguía firme. Así que huyeron hacia el monte, siendo perseguidos por la gente de la Gomera. Los amantes subieron hasta el pico más alto y al verse acorralados se miraron a los ojos prometiéndose amor eterno. Tomaron un palo afilado por ambas puntas y, apoyándolo en sus pechos, se abrazaron y murieron atravesados, unidos para siempre. Desde entonces esa montaña de laurisilva de la Gomera se llama Garajonay, en recuerdo de los dos enamorados que prefirieron morir juntos a continuar su vida separados. En los profundos barrancos algunos escuchan aún el eco de los últimos suspiros de estos jóvenes que murieron por amor. Gara, princesa del agua; Jonay puro fuego, procedente de la Isla del volcán Teide. Actualmente el lugar es un Parque Nacional, el Parque Nacional de Garajonay.
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sábado, 24 de julio de 2010

- EL AGUA EN TU MIRADA

Cada lugar tiene sus tradiciones y en muchos sitios es frecuente encontrar leyendas asociadas al tema de los sentimientos. Todos los años por estas fechas solemos pasar unos días en la isla de la Gomera, una de las más pequeñas del Archipiélago Canario, pero al mismo tiempo una de las más atractivas, sobre todo por la belleza de los paisajes que se pueden admirar desde los balcones naturales que creó la propia naturaleza. Desde la primera vez que vistamos la isla acudimos a ver uno de los rincones interesantes que aparecen al sumergirnos en la historia de la Gomera. Los chorros de Epina están situados cerca del caserío que lleva su nombre, en medio de un monte donde se respira tranquilidad y olor a vegetación. http://www.canarias360.com/panoramicas-de-la-gomera/los-chorros-de-epina-gomera.html Aunque en los últimos años ha descendido el caudal, la tradición popular cuenta que el agua de estos chorros que sale a través de unos caños de madera, no sólo tiene propiedades curativas, sino que también tiene influencia positiva en la fortuna y en el amor. Efectivamente, se creía que el agua de los chorros de Epina era milagrosa, atribuyéndosele el poder de descifrar los secretos del destino y mostrar el camino del amor. Sólo había que mirarse en el charco y si el agua se mantenía tranquila y clara, eso significaba que el amor llegaría pronto trayendo felicidad. En cambio, si al mirarse el reflejo se enturbiaba, era signo de desgracia y desamor. Antiguamente, coincidiendo con la celebración del Beñesmén (fiesta en la que los guanches celebraban la llegada del año nuevo y en la que honraban a sus dioses) las muchachas más jóvenes, en edad casadera, acudían a los chorros de Epina para conocer el reflejo de su destino en el agua. Una de las jóvenes que acudió a mirar su destino fue Gara, princesa de Agulo, que al ver el reflejo de su destino se asustó muchísimo. La tradición dice que para beneficiarse de los poderes del agua, se debe beber de izquierda a derecha, los hombres de los chorros impares y las mujeres, de los pares. Sólo así se podrá acceder a las propiedades curativas que se le atribuyen, así como a la fortuna y el amor que mana de los conductos de madera por los que se canaliza el agua.
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Todavía tiembla la brisa que mecía tu pelo
el agua de los chorros que corría en tus brazos
como lluvia suave sobre cristales fundidos
en tus labios la sonrisa de susurros camelosos
en tu pecho el sentir hondo de tu alma enfogonada
de tu corazón invencible brotes de ternura
y tras el roce más leve los pálpitos de un beso
cómplice silencioso bajo el sol entrelazado
en aquella idolatría que nos unía mirándonos
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http://www.youtube.com/watch?v=Bs8AXlTwhJ0&feature=related

domingo, 18 de julio de 2010

- RECUERDOS DE VERANO

Aunque con el ajetreo de final de curso no he tenido últimamente el ánimo para demasiadas hazañas, me he dejado seducir en estos días por el encantamiento que deja el paso del tiempo en la memoria, y que trasluce de vez en cuando la luz y hasta el aire de otros tiempos. Son como destellos que las huellas del tiempo dejaron gravadas en la piedra de cada esquina, en esas tardes de verano de era y paja, de almendras verdes, de ciruelas rojas al atardecer, de baños en los estanques, de la canción del verano y de verbenas que cada fin de semana iban rotando como un reloj por cada barrio. Supongo que a muchos este tiempo les habrá hecho recordar, con un poco de nostalgia, los días de verano en el pueblo o en los lugares donde pasaron las primeras etapas de la vida. En los rincones de la casa de abuela quedaron marcadas muchas líneas de la vida. Aunque faltaban muchas cosas, incluida la luz eléctrica, a mí me parecía que era la mejor del mundo. Y eso que cuando apretaba el calor no teníamos nevera y cuando quería leer de noche tenía que valerme la luz de una vela. Pero tenía conformado en torno a pequeñas cosas mi mundo particular, donde se fueron reafirmando todos esos ideales, algunas veces un tanto insensatos, de la adolescencia. En la penumbra de la habitación, en la que un tocadiscos de color rojo que funcionaba con pilas y una estantería con discos, libros y revistas musicales ocupaban un lugar destacado, cabían todos los mundos, los escenarios y situaciones que mi mente alcanzaba a imaginar y por los que yo transitaba libremente. Esos mundos en los que se fueron gestando también los primeros romances, las primeras miradas de complicidad y los primeros besos furtivos con sabor a misterio. Pero sobre todo la casa de abuela me trae recuerdos de verano, de esas largas tardes de calor con los amigos a la sombra de los almendros en el Camino del torreón, que era el punto de encuentro y de los viajes en guagua a la playa de Puerto de Naos, donde nos pasábamos incansables todo el domingo. Después mi padre construyó una caseta de madera en la playa de Charco Verde, en la que pasábamos de viernes a domingo todos los meses de verano. Dormir oyendo el murmullo del mar y levantarse para desayunar en la terraza viendo el juego de las olas son otros de los recuerdos que conservo vivos. ¿Y tus recuerdos de verano cuáles son?
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viernes, 9 de julio de 2010

- LUNA DORMIDA

El amor a veces se hace esquivo, se desploma o simplemente desaparece, con esa ansia fugitiva de sombra oscura en mitad de la noche y sólo queda el sabor desesperado del tiempo y el desafío implacable de los segundos como un reflejo, como si de repente se sintiera todo el sentimiento de golpe en un instante, sabiendo que en el próximo amanecer quedará simplemente la soledad íntima, el frío de la noche, después de que la luna redonda se pierda en el cielo. Y alguien se preguntará por qué le abandonaron tan pronto si luego le echaron tanto de menos. ¿El riesgo de vivir o la comodidad de una vida?
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Piensan que la luna
se quedó dormida
en el velo de la noche
cuando una lágrima de soledad
rodó ligera por su cara
y la atravesó desnuda
hasta el fondo de su alma
en una noche sin estrellas
Y cerró los ojos lentamente
para que nadie la viera
sintiendo la punzada
de la distancia infinita
antes de morir en el cielo
o despertar de nuevo
persiguiendo otra nube

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sábado, 3 de julio de 2010

- DE AYER, HOY Y MAÑANA

Desde aquella orilla que fue como un refugio para dos, el tiempo tomó un nuevo ritmo sin esperanza desde que ella marchó y se llevó los días, los meses de verano. Algunas tardes en el mismo sitio tiempla las horas lentas para medir la distancia desde el horizonte hasta aquel rincón que compartieron tanto, donde ahora las palabras vuelan al aire perdidas, sin un destino, sin fuerza, hasta borrarse en la memoria sin añoranza. Y se traga el silencio pensando que las cosas cuando no se pueden cambiar hay que acomodarlas sin hacer reproches, aunque se pierda parte de la vida, que se fue con aquella sonrisa triste, cuando levantó la mano para decir adiós y en sus ojos difuminados quedó reflejado un sentimiento. Tal vez mañana ya se pueda levantar con otras ganas de andar, sin tener que recorrer las calles sin rumbo, simplemente para hacer pasar las horas.
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