domingo, 22 de junio de 2008

- SENTIMIENTOS FORTUITOS

No podría decirse que fuera una manera convencional de conocerse, ni tampoco un encuentro previsto, ni llovía como para que el paraguas se convirtiera en una excusa para compartir la cercanía de una conversación. Fue simplemente un impulso vivo del alma el que sintió Abilio aquel día. Esas sensaciones son como partículas que andan flotando en el aire y alguna vez, casi sin darnos cuenta, miramos al cielo y nos empeñamos para siempre, como si de repente se abriera una puerta misteriosa forzada por un viento desconocido que nos deja sin defensas. Era otoño, un otoño tardío de cuello alto y hojarasca y reparó en la presencia de alguien que caminaba con paso lento y aire abstraído, como queriendo pasar inadvertida, como si librara en ese momento una dura batalla con la vida, lejos del bullicio y del jolgorio del baile. Cada uno paseaba por caminos distintos, distantes, desconocedores de lo que encerraba la vida del otro. Sólo guardó su imagen, que bordeaba lo físico en busca de lo esencial. Sólo intuyó que los dos se protegían de sí mismos y de la casualidad, consecuencia de otras equivocaciones vividas. Sólo comprendió que una parte de su alma se había quedado vagando por aquella alameda, entre la niebla de una curiosa noche de noviembre. La carta que la envió después del tiempo que invirtió en confirmar que efectivamente la necesitaba, jamás llegó a su destino.

2 comentarios:

dijo...

nada es fotuito... o si???
hermoso escrito...
mil besos
http://roxana-enredarte.blogspot.com/

delaRosa dijo...

Abilio...
Muackssss!!!!!!