jueves, 26 de junio de 2008

- SIMPLEMENTE VIVIR

Esta es una historia de la tierra que escuché hace un tiempo y me impactó. Sucedió hace tiempo, pero ya el sol salía todos los días por donde mismo y los sentimientos tenían la misma intensidad de siempre…

En una isla, en la isla de los volcanes, vivía una familia que se encargaba de mantener vivo el faro que guiaba a los pescadores que cada día salían a recoger el pescado. En esa época, que no había Carrefur, las personas se alimentaban de lo que producían o pescaban y de algún intercambio que realizaban. La familia de nuestra historia, padre, madre, tres hijos menores y un perro, se alimentaba de la pesca que conseguía básicamente el marido. Un día al vaciar un tambor de caña, una morena mordió al marido en una pierna y a pesar de que se dieron toda la prisa que pudieron acudiendo en mulo a la población más cercana en busca de un médico, murió desangrado. Cambiaron muchas cosas, casi todo, no sólo por el vacío afectivo tremendo que se creó, sino por tener que enfrentarse a nuevas situaciones que hasta ahora parecían menos complicadas. Cada día la madre se hacía la misma pregunta con una agonía terrible: qué comeremos mañana. Y durante la noche, cuando todos dormían y el faro pestañeaba reflejando con luz tenue los cuadros colgados en la habitación, la madre recordaba con tristeza el tiempo pasado y todo lo que habían tenido que pasar hasta llegar ahí. Cada día se empeñaban para pescar la comida y el pulpo, la morena y las viejas se convirtieron en un objetivo vital. Llegó un día de reyes y la alegría fue tremenda: la madre les puso para comer huevos fritos con pan, que había conseguido cambiándolos por un pulpo. Pasaba el tiempo y seguían las mismas dificultades, que en algunos casos se agravaba por motivos de enfermedad y que la madre intentaba solventar mediante remedios tradicionales. Un día pensó que ya no podían seguir así y les propuso a los hijos que lo mejor sería tirarse al mar. Fueron hasta la orilla del acantilado sin decir una palabra. Llegaron al borde y la madre arrojó primero al perro y, en ese momento, el hijo mayor de diez años la pidió que volvieran, que ya se tirarían otro día. Cuando regresaron a la casa el perro ya les estaba esperando con una gran alegría...

2 comentarios:

delaRosa dijo...

Una historia triste, similar a otras muchas que acaecían hace años. Se repiten constantemente, unas mas cercanas...otras no, pero igualmente desgarradoras.
Curiosamente no de dejo de darle vueltas al regreso del perro, ya ves...me ha impactado. No sé si por su lealtad, por su instinto de supervivencia....por su alegría...

Historias de vida.

Besines rosados.

dijo...

Gracias por esta historia...
besos